El Acorde Dominante

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El acorde dominante


Fernanda se pregunta: “¿Por qué algunos hombres son imanes para las mujeres tóxicas?” Fernando levanta las cejas mientras seguimos almorzando en los escritorios de la vieja oficina, pienso mientras ella continúa hablando. Recuerdo que yo también me he hecho esa pregunta antes. Tal vez los hombres buscamos una pareja que nos recuerde a nuestras madres, deseando revivir aquello que marcó nuestra infancia.

– Quizás sea por el complejo de Edipo – interrumpo – los hijos de madres posesivas buscan mujeres controladoras.

Fernando casi se atraganta con su comida, y Fernanda ríe estruendosa. Excepto nosotros tres, la oficina está deshabitada.

– Las hijas también buscan a un hombre que se parezca a su padre, ¡Complejo de Electra! – culmino mi reflexión

– Ay, mi padre es aburrido – dice Fernanda, –  ¡Entonces me gustan los hombres aburridos!

Fernanda se levanta para lavar su plato vacío, pero sigue hablando de las parejas. Proyecta su futuro, hace preguntas que ella misma responde, desaparece detrás de la puerta de la cocina, pero su voz se sigue escuchando.

– O sea que soy aburrido – dice Fernando, sigue comiendo despacio, calmado, pero también indignado.

 Las mujeres que son extrovertidas gustan de hombres respetuosos porque saben escuchar – le respondo.

Fernanda vuelve de la cocina, se sienta y continúa hablando frente a su computadora. Pienso que más bien las hijas de padres taciturnos crecen extrovertidas para llenar ese vacío; así tratan de sanar el trastorno de personalidad de sus padres. Descubro por qué Fernanda es así: loca, hiperactiva, fuerte; solo se calma con el equilibrio que le da Fernando, que es todo lo contrario a ella.

Quizás él la hace sentir como a la niña que veía a su padre reflexionando en silencio. Fernanda sufre por el silencio, lo llena con su voz y padece una regresión; entonces se siente como en casa, porque Fernando es el acorde dominante de la armonía musical de Fernanda, él la lleva a su estado de confort. Y quizás Fernando ha tenido una madre hiperactiva como Fernanda.

¿Serán los trastornos el barro que da forma a Cupido y su flechazo el agua que llena a las personas con carencias emocionales para recrear los complejos de la infancia?

Entonces, las emociones son ventanas al pasado; lo más emocionante de nuestras vidas es cuando volvemos a ser niños. Continuamos trabajando, Fernando mira a Fernanda, ella lo descubre y ondea su cabello con las manos. Continúa atiborrando de papeles su escritorio, concentrada y disparatada. Agacha la cabeza para leer, pero no puede evitar levantar la mirada hacia Fernando. Es emocionante ver cómo cruzan sus miradas. Ella no quiere enamorarse de él; es lo que cree, es lo que dice, pero es como tratar de impedir el paso de un huracán. Cuando ellos están juntos, Fernanda es menos loca y Fernando menos callado. Nunca terminan de conversar.

La tarde avanza. El zumbido lejano de la ciudad que sigue su danza parece una melodía mansa que acompaña el crujido de las teclas y el rasgueo de los bolígrafos sobre los papeles. La luz de la tarde, cansada, deslucida, entra por la ventana y se pierde en la melena de Fernanda. Fernando, otra vez, la mira; sus mundos se tocan sin llegar a fundirse; tal vez seguirán así por mucho tiempo, compartiendo el mismo espacio, dejando que sus sentimientos se expresen tenuemente, en silencios prolongados, en sonrisas calladas. Es como ver a dos sombras que se buscan para renacer. Cómo la paloma que calma su ser cuando comparte el agua con el venado que no la deja de ver. Lo que más emociona no es lo que sucede, sino lo que podría suceder.

Ella siente, él piensa. Fernanda corre y se impulsa para volar; Fernando disfruta de la tierra y de contemplarla. Sus sueños son crecer juntos y separarse de los mortales, o separarse, ellos, siguiendo cada uno el camino que han elegido, por la razón de sus entornos opuestos y de las críticas de quienes no los comprenden. Lo tienen decidido. Y sin embargo, seguirán enamorados, aunque eso no signifique nada en este orden establecido.


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