Seguirá esperando Manuel

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Manuel se va hacia el origen de la luz que llega desde el oriente eterno hasta el azúcar de su aureola que enarbola desde sus huesos, con el aura de su estertor levanta la mano haciendo hasta la frente, sicsageando las cejas, aireando la lengua, desaparece. Se queda en el aire el tono gris de su gabardina que cae cómo una hoja seca que perece sobre su andador granate, se queda en el aire su gramática perfecta cayendo sobre sus manuscritos cómo polvo seco de su labia. ¿No sé qué le ha pasado al barbudo que no quiere llevarme? dice aún el eco que rebota entre columnas.


Se quedaron sus libros agripados de polillas, los zapatos húmedos que lo mataron, la manta de damero que lo cubría donde ahora niebla el aroma de su tristeza; la madera de la escalera que lo retaba todos los días por el sofá raído en el que dormía acostando sus mejillas donde estaba sentada su alma cuando llegaron.

Se quedó de luto la hipocresía de los hermanos que lo abandonaron y que ahora prepararon el pomposo homenaje, adornando su lenguaje, cubriendo su cinismo con maquillaje, así lo hicieron siempre con todos, así harán también los otros con ellos. Se quedó el alma de su traje parado frente al ara pidiendo la palabra con el templo a cubierto. El bastón de trípode compas con el que araba el pavimento, el manifiesto quijotesco con el que quiso fundar en escuadra un gobierno. El triple abrazo fraterno que no pudo dar desde el invierno cuando llegó la plaga que no pudo vencerlo. 

Manuel no vivía, esperaba mirando a su anillo; a la muerte que le era esquiva, a los hermanos que nunca llegaron, al sueño del que renegaba cuando despertaba; era un fantasma que arrastraba su esqueleto por un sorbo más de agua helada. A pesar de que su carne siempre le dolía, su palabra se hilaba como una melodía que brillando deliciosa resonaba sobre la platería de su cabello. ¡No escucho! Habla más fuerte, decía, cuando encendía su sabiduría con la inteligencia salvaje que emergió de él hasta el último día. 

Los hombres viven más en sus primeros días de muertos cuando desde la galería se enumeran todos sus aciertos. ¿Me rodará alguna lágrima por él, que bañe la paz que ahora siento? Solo las preguntas que ya no podré hacerle, ahora que Manuel mira sin que podamos verle. Pero seguirá esperando para recibirnos otra vez con los brazos abiertos. Su ausencia no será notada por los gorgojos que ahora le aplauden, hasta la tristeza en la que lo dejaron olvidado será disimulada. ¿pero qué será más triste? mirar sus huesos anclados a la tierra o leer el último libro que me ha regalado descubierto.

16 de enero de 2021, dedicado a la memoria del respetable hermano Manuel.


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